Descentrada, vol. 6, núm. 2, e190, septiembre 2022 - febrero 2023. ISSN 2545-7284
Universidad Nacional de La Plata
Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación
Centro Interdisciplinario de Investigaciones en Género (CInIG)

Lecturas críticas

Tossounian, Cecilia (2021). La joven moderna en la Argentina de entreguerras: Género, nación y cultura popular. Rosario, Prohistoria Ediciones, 174 págs.

Juana Mezquita

Universidad Nacional de General Sarmiento, Argentina
Cita recomendada: Mezquita, J. (2022). [Revisión del libro La joven moderna en la Argentina de entreguerras: Género, nación y cultura popular por C. Tossounian]. Descentrada, 6(2), e190. https://doi.org/10.24215/25457284e190

Las décadas de 1920 y 1930 fueron testigo de una explosión de nuevas imágenes femeninas, muy diferentes a aquellas representaciones decimonónicas que dejaron sus huellas en la cultura popular en Argentina y, en particular, en grandes ciudades emergentes como Buenos Aires. Este libro de Cecilia Tossounian, La joven moderna en la Argentina de entreguerras: Género, nación y cultura popular, propone dar cuenta de estas transformaciones en la cultura urbana y logra demostrar que, indudablemente, los roles de género predominantes antes de la primera posguerra, en el plano mundial y nacional, se vieron modificados una vez concluido el conflicto bélico. El libro documenta en profundidad las múltiples aristas de esas transformaciones: la ampliación de la participación de las mujeres, en particular las más jóvenes de edad y solteras, en el espacio público, sus nuevos patrones de consumo, la renovación en el modo en que eran percibidas (por otros sujetos y por el mismo Estado) y auto percibidas. Todo esto revela la emergencia inédita de la multifacética figura de la “joven moderna”, un fenómeno cultural que emerge durante la primera posguerra y declina a inicios de la Segunda Guerra Mundial a nivel mundial. En este marco, las jóvenes argentinas de los años veinte y treinta, advierte Tossounian, se ubicaron en el centro de un debate público sobre la modernidad y sus consecuencias para la identidad nacional.

Lo atractivo de la obra en cuestión radica en su atención a la circulación de estas imágenes de la joven moderna y a la vez en su impacto, su recepción en el público urbano. Por un lado, examina cómo se fueron modificando los roles de género y el papel tradicional que hasta el momento habían tenido las mujeres en la sociedad argentina. Por otro lado, su interés va más allá del análisis de los mensajes para abordar las diversas y contradictorias sensaciones que generaron dichas transformaciones en la cultura popular y en sus espectadores. La figura multifacética de la joven moderna encarnó “esperanzas, ansiedades y tensiones” en palabras de la autora, sobre la modernidad del país y, en particular, suscitó disputas en cuanto a las cualidades que simbolizaban la identidad argentina. En tal sentido, el análisis de Toussonian dilucida la ambigüedad que se creó en torno a los cambios en los roles de género y la emergencia de esta nueva figura. Esta representó, en algunas ocasiones, un símbolo de temor a la decadencia moral del país, principalmente por la importación de modas y modales cosmopolitas que, en teoría, amenazaban la tradición nacional. En otras ocasiones, emergía, en los medios de comunicación masivos, como representante de una nación avanzada, moderna, civilizada y blanca. Esta última valorización, cabe destacar, fue utilizada estratégicamente por el Estado argentino para dotar al país de progreso y civilización, ante la mirada internacional.

Especialista en historia social y cultural de la Argentina de las primeras décadas del siglo XX, Tossounian propone una mirada alternativa a la que tiende a primar en la historiografía sobre ese período. Adopta una perspectiva que visualiza la participación de las mujeres en el consumo y repone su significación social y política. Para ello, argumenta que la cultura de la belleza, la moda, el noviazgo y el romance fueron efectivamente prácticas relevantes en la vida de las jóvenes en la Argentina de la primera posguerra, así como elementos definitorios para la configuración de sus identidades emancipadas. De este modo, la obra resulta un aporte a un campo nutrido por investigaciones, sumamente necesarias y valiosas, centradas en el movimiento feminista, el compromiso político, la educación y la participación en el mercado laboral.

Su libro examina las múltiples representaciones de feminidades modernas que circulaban en productos propios de la cultura de masas y que se encarnaban en las experiencias de esas jóvenes porteñas. La autora recorre revistas, periódicos ilustrados, literatura de la época, canciones y anuncios publicitarios, que le permiten documentar las interpretaciones que presenta en los cinco capítulos y el epílogo de su libro.

La introducción y el primer capítulo contextualizan la emergencia de la figura de la joven moderna, tanto a nivel nacional como internacional, puesto que, como subraya la autora, esa figura es producto de cambios socioculturales en un plano más amplio que el nacional. El fortalecimiento de los vínculos entre las economías y las culturas del mundo, la difusión de las ideologías trasnacionales de consumo y del individualismo, el avance sobre nuevos mercados y la difusión de los medios de comunicación masiva hicieron que, a partir de la década de 1920, se internacionalizaran ciertos patrones de consumo y de moda. Son estas nuevas interrelaciones, en particular la cultura trasnacional de consumo, las que facilitaron la difusión de la figura de la joven moderna.

Argentina no permaneció ajena a estas tendencias, dado el sostenido crecimiento económico y expansión demográfica que el país experimentó a partir de fines del siglo XIX. En el marco de estas transformaciones, emergió la preocupación respecto a la conformación de la identidad nacional. Los debates giraron en torno a crear una identidad cultural nacionalista y más tradicionalista (menos cosmopolita y más “gauchesca”) o crear una identidad nacional moderna (a partir del consumo y el entretenimiento de masas). En tal sentido, la autora repone estas controversias para comprender el significado y la magnitud de la relevancia de esta joven moderna y las tensiones que su creciente predominio en la cultura de masas generaba.

En los años veinte y treinta, en las grandes metrópolis emergidas en la Argentina, comenzó a surgir la posibilidad de movilidad social, junto con un aumento de los niveles de consumo. Esto motivaba al individualismo y a las aspiraciones de clase media, cuyas principales destinatarias eran las mujeres. Es en este contexto que muchas mujeres comienzan a ganar presencia en el espacio público, simultáneamente con su inserción en el mercado de trabajo. Al respecto, la autora no centra su análisis, como dijimos, en la participación política exclusivamente o en las luchas feministas, sino que ofrece otras dimensiones para pensar la forma en que estas mujeres se transformaron en íconos de la ciudad moderna y en representantes, ambiguamente, de la nación moderna.

En sus capítulos, la autora avanza en la caracterización de cuatro tipos distintos de figuras emergidas en ese contexto: la joven moderna en la cultura popular o “flapper”, la joven trabajadora, la deportista y las candidatas a reinas de los concursos de belleza. La definición de estos tipos ideales se basa en un análisis pormenorizada de fuentes disponibles en la cultura popular de la época, que le permiten poner en evidencia no solo la manera en que los medios de comunicación veían y categorizaban a estas mujeres -positiva o negativamente- sino también de qué manera estos productos de la cultura popular, que en gran medida era consumidos por las jóvenes, moldeaban sus personalidades.

Con el caso de la “flapper”, se ejemplifica claramente la potencia de la cultura de masas y su carácter trasnacional. Este tipo de joven moderna refería al prototipo de la inmediata posguerra, asociado a una chica joven, blanca y soltera. Exhibía rasgos como exotismo, libertad, audacia, materialismo, falta de moralidad y manierismos masculinos. Las descripciones de comentadores y críticos de aquel momento oscilaban entre la admiración: mujer hermosa, erótica y moderna, y el agravio: personaje masculinizado y moralmente agraviante. Los medios masivos profundizaron la idea de la “flapper” como un fenómeno ajeno y estadounidense, con el objetivo de distinguir a la joven argentina de la estadounidense y ensalzar el carácter nacionalista.

Tal como demuestra la autora en el segundo capítulo, el impacto de la “flapper” a nivel mundial, a través de la extensión de una cultura de masas, junto con el aumento de la publicidad y el consumo, por ejemplo, del cine estadounidense, se hizo sentir en la Argentina. Su figura generó adhesión por parte de muchas jóvenes que imitaron su forma de arreglarse, de vestir, el corte de pelo y los consumos. A aquellas “flappers” argentinas se las asociaba con la clase alta. De aquí provenía parte del descontento de sus críticos, quienes tendían a categorizarla como una chica coqueta y superficial.

La figura de la joven moderna trabajadora surge en un contexto de industrialización y urbanización en aumento, lo que hizo que se incrementara el trabajo de las mujeres por fuera del hogar. La autora advierte que a partir de los años veinte se da un crecimiento de la participación de las mujeres en el mercado laboral y en el espacio público. Esta nueva realidad resultó disruptiva de la concepción tradicional de la mujer asociada al cuidado de la familia y la vida doméstica. Las imágenes de este modelo que se analizan en el capítulo tres refieren, particularmente, a aquellas jóvenes empleadas en el sector terciario, oficinas y grandes tiendas. Con estas experiencias, se abrieron nuevos horizontes. Trabajar fuera del hogar dotó a las mujeres de nuevas posibilidades en materia de socialización, independencia económica y prácticas de consumo, aunque también debían lidiar con los límites que imponía el mandato conservador acerca del rol de género tradicional. Según Tossounian, la cultura popular extendió imágenes y permitió multiplicar opiniones sobre el empleo femenino. Aquí también las posiciones eran ambiguas. Se elogiaban algunos aspectos a la vez que se condenaban algunas consecuencias del impacto del trabajo en la vida de las mujeres. Del mismo modo que la “flapper”, esta figura también despertó sentimientos encontrados en los críticos contemporáneos.

En el cuarto capítulo, Tossounian se concentra en la mujer deportista. Esta se transformó en una figura a la cual la prensa atendió particularmente, ya que a partir de los años veinte se comenzó a difundir la importancia de la cultura física y de la cultura de la belleza. El deporte y la vida saludable se convirtieron en el complemento justo, según las revistas y semanarios de circulación masiva, para conseguir el atractivo femenino. Este nuevo slogan extendido en la cultura popular no se agotó en la búsqueda de la belleza, sino que también tuvo connotaciones de bases nacionalistas. La autora advierte que el Estado encontró una manera de encauzar sus preocupaciones eugenésicas de los años treinta, pues la cultura física no sólo fomentaba un cuerpo estéticamente “bello”, sino que, además, apostaba a garantizar un cuerpo saludable, requisito fundamental para la reproducción.

En su último capítulo, la autora se concentra en otro tipo de joven moderna, las candidatas a reinas de los concursos de belleza. Allí, analiza de qué manera los concursos de belleza sirvieron de base sólida para definir la identidad nacional, racial y étnica de las naciones, así como una identidad femenina idealizada. Por un lado, a nivel nacional, los concursos de belleza y, en particular, la selección de sus participantes, sirvieron para imprimirle cierto carácter democratizador a estas prácticas, lo que resulta paradójico en un contexto tan hostil y antidemocrático como los años treinta. La autora reconstruye de qué manera los medios de la época, que eran auspiciantes de estos concursos, justificaban la necesidad de las competencias con argumentos eugenésicos y patrióticos, a la par que incentivaban a la participación de los ciudadanos en la elección de las finalistas que concursaban. Por otro lado, a nivel internacional, la participación de jóvenes argentinas en los concursos celebrados en otros lugares del mundo abría la posibilidad de poder demostrar al mundo el carácter moderno, civilizado y étnicamente blanco de la Argentina.

El libro finaliza con un epílogo que avanza más allá de los años treinta para reflexionar sobre las transformaciones de este ideal de joven moderna una vez llegado el peronismo al poder. La autora argumenta que el modelo de feminidad que propone el peronismo tiene sus raíces en las dos décadas previas. Los ideales de feminidad que predominan en tiempos del peronismo clásico se nutren de aquellos de las décadas pasadas y se resignifican al calor de los antagonismos sociales que la polarización política del período exacerbó. En particular, adquiere relevancia la crítica al cosmopolitismo de los ricos, que se expresa en un renovado cuestionamiento a la frivolidad de las jóvenes de clases altas, esbozada décadas previas.

La joven moderna en la Argentina de entreguerras: Género, nación y cultura popular aporta, desde perspectivas de historia sociocultural y de las mujeres, a la comprensión de la cultura urbana de la Argentina en las primeras décadas del siglo XX. Invita a pensar en los rápidos y profundos cambios acontecidos en los roles de género en ese período histórico, en el marco del contexto internacional de expansión de la cultura de masas. Demuestra las ansiedades que estas transformaciones generaron en la sociedad de la época y el interés que despertaron como arena para configurar ideales de modernidad e identidad nacional, una de las principales preocupaciones del Estado argentino. Por tanto, esta obra será de lectura obligada tanto para quienes se interesen por la historia de las mujeres como por la expansión de la cultura de masas y la construcción de las identidades nacionales, en la primera mitad del siglo XX. Con una narrativa amena y argumentos concisos, el libro de Tossounian estimula a reflexionar sobre temáticas claves de la historia nacional, con una mirada amplia, capaz de priorizar la clave de género y situar a la Argentina en el marco de transformaciones globales.

Recepción: 15 Febrero 2022

Aprobación: 18 Abril 2022

Publicación: 01 Septiembre 2022

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