Lecturas críticas
Lectura crítica de Meccia, Ernesto (2017). El tiempo no para. Los últimos homosexuales cuentan la historia. Buenos Aires: Ediciones UNL - Eudeba. 556 páginas.
La lectura de El tiempo no para. Los últimos homosexuales cuentan la historia nos enfrenta con una publicación que guarda una relevancia notable en múltiples planos. En primer lugar el libro impacta por el estilo de escritura claro y no críptico que permite una transmisión sostenida en un estilo comunicacional fluido. De aquí se desprende una marca distintiva de esta producción, pues los sentidos no están encriptados en estructuras sintácticas enrevesadas, estrategia frecuentemente utilizada en la producción textual académica. Sin embargo, la transparencia y el carácter amigable con el que se deslizan las ideas no va en detrimento del valor académico ni de la densidad, profundidad y espesor de la trama conceptual propuesta. La organización secuenciada del libro avanza a un paso que respeta el ritmo de la claridad de las ideas. Del mismo modo, la intención del autor de delimitar categorías y jerarquizar ideas para una clara trasmisión de sus objetivos, hipótesis e indagaciones al respecto adquiere su punto máximo de decantación en esquemas y cuadros de síntesis que, al final de cada segmento del libro, organizan la información necesaria para relanzar la lectura.
En cuanto al contenido, el aporte del libro gravita en torno a narrativas de varones homosexuales adultos. Tales relatos permiten advertirlas transformaciones de la homosexualidad en la ciudad de Buenos Aires. Los testimonios recabados constituyen espacios discursivos forjados por sujetos que han atestiguado, en tiempo real, cambios y torsiones en los modos de sociabilidad homosexual. Este fragmento del discurso de los sujetos permite al autor indagar las transformaciones en la organización social de la homosexualidad (sus aspectos jurídicos, el imaginario social) así como las transformaciones de las propias personas (específicamente lo que refiere al valor y al sentido que los sujetos asignan a los cambios).
Los relatos o las narrativas nos permiten aproximarnos de forma clara tanto a cambios sociales como personales. El material recabado es indagado bajo coordenadas teóricas complejas respecto a la relación entre, justamente, ‘lo social’ y ‘lo personal’. El autor afirma y argumenta que el peso de los cambios en la estructura social impacta en la biografía personal. Desde allí deja en claro que los sentidos a partir de los cuales el yo narra, es decir a partir de los cuales el yo aporta inteligibilidad al mundo y significa su propia experiencia, no son auto-engendrados por un sujeto cuya existencia transcurre por fuera de la dinámica social. Los sentidos sociales transforman al narrador, y tal re-figuración impacta sobre el mundo. El recorrido trazado tampoco nos conduce a un yo absolutamente diluido en ‘lo social’. El interés que recorre toda la producción por anudar, bajo claves sociológicas, el cambio social con el cambio en la subjetividad hunde sus raíces en, al menos, una obra previa del propio autor: Los últimos homosexuales (2011), donde ya se nos permitía pensar en las in-coincidencias entre ambos espacios, aunque con la salvedad de que no son compartimentos estancos ni heterogéneos.
A grandes rasgos, el autor delimita 3 períodos a partir de, principalmente, dos configuraciones sociales: homosexualidad y la poshomosexualidad. Pero, nuevamente, esta delimitación en clave socio-histórica se anuda con el interés de rastrear efectos a nivel subjetivo. El autor nota que frente a la velocidad del cambio social entre ambos regímenes o períodos los sujetos homosexuales no pueden dejar de experimentar cierto malestar, ¿y cómo podrían si ‘el tiempo no para’? Es en este punto donde las narrativas dan cuenta que los propios testimoniantes no encuentran modo de correr junto al tiempo. Pero más interesante aún, la propuesta de narrar con la que el investigador enfrente a los sujetos parece configurar en sí misma una oportunidad para elaborar tal derrota contra el carácter abrupto de las transformaciones propias de la velocidad del tiempo. Podemos pensar que cuando los sujetos tienen que dar cuenta, en última instancia, de sí mismos, éstos ponen en marcha, en la trama de la narración del propio relato, el desafío de afrontar un trabajo de subjetivación del tiempo.
La imagen fuerte de sujetos homosexuales que no encuentran lugar en la moderna sociedad gay sobrevuela las páginas del libro. Como en varios segmentos de la obra, nos encontramos con propuestas que admiten varios niveles de profundidad. El lector puede deslizarse rápidamente por la superficie textual registrando las tesis fundamentales que el autor, amigablemente, no esconde en los enveses y reveses de la escritura. Pero también puede encontrar intersticios que seducen y conducen a reflexiones que requieren un nivel de inmersión mayor: el autor brinda los elementos para ello. Un ejemplo: ante esta imagen de homosexuales desorientados frente a las coordenadas de la sociedad gay, el autor afirma que se trata de sujetos que conservan propiedades sociales forjadas en el “antiguo” universo de la homosexualidad urbana. Sin embargo, las consideraciones teóricas en torno a la identidad narrativa que despliega nos enfrenta con lo que podríamos pensar es un choque entre tiempos históricos (como cronología) y una cualidad que el tiempo adquiere en los territorios del sujeto, donde el tiempo no es exclusivamente lineal. Entonces los relatos denuncian transformaciones subjetivas ubicadas en un complejo entrecruzamiento temporal entre la linealidad del tempo cronológico y una temporalidad retroactiva que la actividad de narrar “el pasado” posibilita.
En esta línea el autor deja entrever que si pensamos la subjetividad a partir del prisma de las narrativas, no nos es lícito pensar que un relato es forjado en un momento inicial de la vida del sujeto, tampoco afirmar que tal relato es capaz de determinar de una vez y para siempre lo que el sujeto “es”. No se trata de una sucesión cronológica de relatos donde los últimos desplazan y reemplazan a los anteriores. Más bien asistimos a transformaciones que ponen en jaque la potencia de las narrativas con las que el sujeto cuenta hasta ese momento a la hora de dar sentido al mundo,y es entonces cuando la re-figuración de tales narrativas parece operar como una alteración, o transformación, desde el presente de aquello narrado en el pasado. El autor nos dice que es desde su posición actual en el entramado social que el sujeto narra la historia / su historia. En absoluta sintonía con el pensamiento psicoanalítico francés poslacaniano de Piera Aulagnier (1991), el autor sugiere que tal dinámica no refiere a un despliegue, tampoco a una sustitución, más bien refiere a transformación a posteriori regida por un doble principio de permanencia y cambio.
Del mismo modo, la lectura nos enfrenta con consideraciones profundas sobre las verdades narrativas. En el contexto de la investigación del autor, más allá de la facticidad de los hechos, tales verdades narrativas permiten comprender la versión de los sujetos -algo que Freud (1978) esbozó bajo la idea de realidad psíquica- respecto a los cambios de la homosexualidad, también allí se anudan experiencias pasadas y futuras. No se trata de verdad sino de verosimilitud (enunciados creíbles para grupos definidos). El autor apela a un amplio espectro de referencias teóricas que toman por eje lo narrativo y señala que narrar no refiere a una crónica de hechos, sino a un relato de acontecimientos. Asimismo, siempre expresa una situación biográfica en relación con lo social. La acción doble que supone narrar la propia vida refiere, entonces, a un narrador que selecciona información de un conjunto social más amplio y, al mismo tiempo, deja testimonio de sí. Nuevamente, resuenan ideas de Aulagnier (2004) en relación al concepto de contrato narcisista. Ella explica el modo en que los sentidos sociales constituyen el psiquismo mediante la escena de un contrato que opera como intermediario entre la psique y el discurso del conjunto social. Entre ambos espacios se instaura un pacto de intercambio, el grupo social garantiza la trasferencia de reconocimiento sobre el nuevo miembro, y el nuevo miembro se compromete a repetir un fragmento del discurso -esa voz que en sí misma puede ser considerada muerta. La autora alude a la imagen de un coro, cada sujeto canta la pieza musical que repite el conjunto, pero su voz singular aporta el sello de su particularidad.
Por otra parte, resulta de interés señalar el modo en que el libro matiza una idea de ‘lo social’, como un bloque homogéneo y monolítico que cae sobre nuestras cabezas aplastando apropiaciones y creaciones personales y colectivas (modo en que algunas líneas conceptuales suelen imaginarizar lo social).
Volvamos a la propuesta fuerte del libro: como telón de fondo de su indagación, Meccia señala la forma en que el avance en la conquista de derechos igualitarios convive con un retroceso en términos de sociabilidad. Desde allí despliega dos perspectivas para dar cuenta de las transformaciones de la homosexualidad en la ciudad de Buenos Aires (1983-2013): una macrosociológica, la otra microsociológica.
Con respecto a la perspectiva macrosociológica: el autor delimita diferentes períodos. Uno de ellos es el que denomina período homosexual, el cual tiene lugar hasta la primera mitad de la década del ’80, período regido por una sociedad guetificada. El horizonte discursivo de la época permanece ligado a una lógica cognoscitiva de tipo adscriptivo, es decir: un otorgamiento unilateral y asimétrico de atributos a la homosexualidad por parte de la heterosexualidad. Atributos generalmente apropiados identificatoriamente por parte de los sujetos homosexuales. El cine irrumpe como principal usina desde la cual se diseminan sentidos negativos, heterosexistas y homofóbicos. Aún no existían organizaciones políticas con la fuerza necesaria como para, y desde las cuales, contestar a estos discursos. Se trató de una colectividad sufriente.
La década del ’90 fue testigo de un conjunto de circunstancias que harían posibles una nueva forma de introducir la homosexualidad en el espacio de lo decible. Se trata del período pre-poshomosexual. La reconfiguración subjetiva es evidente. Es posible hablar a esa altura, nos dice el autor, de una colectividad discriminada. Proliferan organizaciones políticas destinadas a la lucha contra el SIDA y la visibilización. La homosexualidad se politiza. Un nuevo horizonte narrativo, una visibilidad inédita y una discursividad militante instala la homosexualidad como un marco identitario legítimo. El autor recorre el lugar protagónico que tuvo en aquel momento los talk-shows, que inauguran un tratamiento televisivo de la homosexualidad. Se produce una inversión de la carga adscriptiva propia del periodo anterior.
Sin embargo, comienzan a emerger pluralidades en el mundo ganado al heterosexismo. Así se da comienzo al período poshomosexual con el inicio del nuevo milenio. Allí circulan manifestaciones sociales, culturales y políticas que guardan relaciones positivas con el reconocimiento de la homosexualidad. El autor sitúa como clave sociológica para comprender este período la des-diferenciación vinculada a la lógica del desenclave tanto espacial, como relacional y representacional. Ahora las mismas usinas homosexuales productoras de sentido en contra del heterosexismo comenzaron a alejarse de los términos del derecho a la diferencia para trasladarse a los términos del derecho a la igualdad. Movimiento que, por otra parte, podría rastrearse en otros colectivos discriminados: inferiorización, patologización y exclusión, luego énfasis en la diferencia, con tinte esenciaista y auto-segregatorio y, finalmente, reclamos por la igualdad.
El recorrido, meticulosamente documentado, resulta de especial interés, pues permite apreciar con perspectiva las transformaciones histórico-sociales difíciles de circunscribir bajo la mirada totalizante del presente. Por tanto aporta elementos críticos y desnaturalizantes. Pero esos treinta años de transformaciones señalados en el libro son ocasión para apreciar cómo los sujetos se reconocen a sí mismo a pesar de los cambios, cómo se ensambla la constancia diacrónica con la unidad sincrónica, ser y devenir, permanencia y cambio, tiempo y estructura. Posibilidad sostenida por la dinámica temporal antes señalada.
Respecto a la perspectiva microsociológica, constituye el grueso del libro, allí se analizan las narrativas de varones homosexuales de 40 años o más que han atestiguado las transformaciones socio-históricas señaladas. ¿Qué decir de estos relatos que plasman en acción sentidos “singulares”? Sólo queda el interés del potencial lector en zambullirse en los relatos para encontrar las vibraciones, los ecos y los abismos respecto a los propios derroteros.
Por otra parte, el libro no sólo ofrece resultados de una investigación, también una potente matriz teórico-metodológica en acción. Las consideraciones metodológicas irrumpen, perfectamente cinceladas, al punto de conformar en sí mismas una lección al respecto. Su lectura bien podría recomendarse para esta materia: cómo producir conocimiento en ciencias sociales y la complejidad metodológica que asegure conocimiento “válido” y “confiable” de acuerdo a marcos epistemológicos adecuados, no restringidos a los cánones de las frecuentemente denominadas ciencias exactas. El libro bien puede ser descripto como un conjunto de lecciones de metodología en acción, donde la voz del autor emerge reiteradas veces con consideraciones y justificaciones de este orden.
Entre las virtudes de este libro también destaca la postura epistemológica que se traduce en considerar que los actores sociales manejan teorías y meta-teorías del mundo. Sobre todo porque tal postura se enlaza con consideraciones éticas respecto al lugar asignado a la voz del sujeto. Una suerte de vigilancia epistemológica de no anular el poder de la agencia, el ejercicio de la palabra, el despliegue de una narración. Una suerte de respeto al otro sujeto, quien se configura en ese acto de narración.
Finalmente debe destacarse que el libro en sí mismo constituye una narrativa que adquiere un lugar central en el contexto político actual y en la producción académica local. Las propias voces allí contenidas, en tanto relatos que advierten la singularidad con que cada una de los sujetos homosexuales se comprende a sí mismo, expone el modo en que la existencia homosexual es significada por sus propios protagonistas. Dar cuenta de las transformaciones sociales consideradas en virtud del impacto subjetivo permite matizar la crítica a todo artilugio teórico-político tendiente a homogeneizar un colectivo, y, por otro lado, hace justicia al valor simbólico del acto profundo de nombrarse que irrumpe en las propias narrativas, en el que radica la posibilidad de reconstruirse como acto político –que siempre requiere de otros. Es así que el libro traza un camino desde la exclusión hacia el reconocimiento y sus matices.
En un contexto teñido por el colonialismo cultural y académico a la hora de pensar la especificidad de la temática aquí ofrecida, la importancia de dicha obra radica en pensar la homosexualidad desde la particularidad de contextos locales. Frente al actual contexto social que parece amenazar con lo que algunas periodizaciones del libro cristaliza como logros obtenidos en materia de derechos, la publicación, circulación y lectura de la presente obra no sólo se vuelve un aporte académicamente relevante sino un imperativo ético-político.
Referencias
Aulagnier, Piera (1991). Los dos principios del funcionamiento identificatorio, permanencia y cambio (pp. 217 -232). En Hornstein, Luis (Comp.). Cuerpo, Historia, Interpretación. Buenos Aires: Paidós.
Aulagnier, Piera (2004). La violencia de la interpretación. Buenos Aires: Amorrortu.
Freud, Sigmund (1978). La interpretación de los sueños. En Obras completas, tt. IV y V Buenos Aires: Amorrortu.
Meccia, Ernesto (2011). Los últimos homosexuales. Sociología de la homosexualidad y la gaycidad. Buenos Aires: Gran AldeaEditores.