DOSSIER / DOSSIER
Género, política y academia
alejandra ciriza
Instituto
de Ciencias Humanas, Sociales y Ambientales (INCIHUSA) CONICET
Universidad
Nacional de Cuyo. Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, Argentina
alejandraciriza@hotmail.com,
aciriza@mendoza-conicet.gob.ar
Cita sugerida: ciriza, a. (2017). Militancia y academia: una genealogía fronteriza. Estudios feministas, de género y mujeres en Mendoza. Descentrada, 1(1), e004. Recuperado de http://www.descentrada.fahce.unlp.edu.ar/article/view/DESe004
Resumen
Este escrito mapea las condiciones de emergencia de los estudios feministas/ de género y mujeres en tierras cuyanas desde sus inicios hasta alcanzar una frágil institucionalidad. Apela a la noción de genealogía/s de mujeres y feministas como herramienta analítica y parte de la conjetura de que existe una relación entre ideas y condiciones materiales de existencia, entre activismo de mujeres y estudios de mujeres, feministas y de género. La metodología consiste en revisión bibliográfica y documental y recolección de evidencia empírica. El trabajo describe las tensiones entre academia y activismo feminista, y señala algunos obstáculos en la institucionalización de los mencionados estudios.
Palabras clave: Estudios feministas -de género- de mujeres; Genealogías; Academia y política
Activism and academia: a borderland genealogy. Feminist, Gender and
Women’s Studies in Mendoza
Abstract
This
paper aims to map the emergence of feminist, gender and women’s
studies in Cuyo, describing the beginnings and the process that led
to the achievement of fragile institutionalization. Our analysis
appeals to the notion of women and feminist genealogies as an
analytical tool, based on the surmise that there exists a
relationship between ideas and material conditions of existence, as
well as between women’s activism and feminist and gender
studies. The methodology used implied the collection and analysis of
bibliographical and documentary evidence. The work offers a
description of the tensions between academia and feminist activism,
while addressing some of the obstacles for the institutionalization
of this academic field of research.
Keywords: Feminist, Women’s y Gender Studies; Genealogies; Academia y Politic
Este escrito mapea las condiciones de emergencia de los estudios feministas/ de género y mujeres en tierras cuyanas, o más estrictamente dicho, en Mendoza, procurando echar alguna luz sobre sus (re)inicios y describiendo el proceso de institucionalización en la academia local.1
Ha sido escrito bajo la conjetura de que la frágil institucionalidad lograda se inscribe en una compleja y tensa urdimbre en la que se cruzan activismo y academia, en un campo de relaciones marcadas por las formas bajo las cuales se ha significado el saber para las mujeres, a la vez que por las utopías emancipatorias nacidas de la resistencia a la explotación y opresión que durante siglos hemos padecido bajo desiguales determinaciones de clase, raza y corporalidad. Esas tensiones trabajan en la trama de las instituciones académicas.
El interés por describir los avatares de los estudios de género, feministas y de mujeres se inscribe en un esfuerzo por atender a la trama entre activismo y academia bajo la idea de que en ella se conjugan elementos arcaicos, residuales y emergentes en instituciones construidas sobre la base de una tradición selectiva que somete a olvido sistemático las producciones periféricas (Williams, 1990). Persiste, en la relación entre mujeres y academia, como elemento residual de antigua raíz, la idea y práctica de la educación de las mujeres como domesticación, tensionado por otro que las feministas agitamos desde hace largo tiempo, a saber: la educación concebida y alentada en tanto vía para la emancipación.
El recorrido elegido responde a un interés por el seguimiento de genealogías dispersadas por múltiples derrotas, sometidas al olvido como le hubiese gustado decir a Gramsci, y procura estar atento a las determinaciones del tiempo y el espacio (Gramsci, 2013). Se halla próximo a los estudios que indagan por la configuración del campo académico a la luz de las relaciones entre academia y política (Beigel, 2009).2 Responde, en ese sentido, a viejas preocupaciones relativas a ese asunto (Ciriza, 1997) más que al afán por dilucidar los procesos específicos de disciplinas particulares.
No se ocupa, como los trabajos de Ini, Lozano y Pita (2000), Barrancos (2005), Valobra (2005), del estado del arte en el campo de la historia, ni de los debates teóricos a propósito de los usos de las categorías de sexo, género, patriarcado en el campo de la historiografía (Garrido, 2004), si bien alienta una fuerte preocupación por dotar de densidad histórica los procesos, por cierto desiguales, de emergencia del punto de vista de género/ feminista/ de mujeres en el mundo académico a la vez que procura por descripciones de las relaciones entre quienes trabajan en docencia e investigación y las activistas, en especial las de la región.
A manera de breve excurso, y a los efectos de precisar la perspectiva desde la cual ha sido elaborado este trabajo, conviene señalar algunas diferencias con el tratamiento que el asunto ha tenido entre las/los historiadores/as. La breve introducción a la Historia de las mujeres en Argentina, escrita a tres voces por Ini, Lozano y Pita (2000), está centrada en las transformaciones que posibilitaron la publicación del libro colectivo que las autoras coordinan.3 Escrito en el año 2000, el texto concibe la práctica de la historia de las mujeres, que se proponen realizar en un registro próximo al de iniciativas internacionales, como la de Amelang y Nash (1990), Duby y Perrot (1991) o la de la mexicana Carmen Ramos Escandón (1999), fuertemente vinculada a Joan Scott, una figura central en el campo de la historia a la que se debe en buena medida la expansión de la noción de género en ese y otros campos disciplinares.4 Tras poner en cuestión lo que llaman historia contributiva y tomar distancia de las estrategias conceptuales de la historia de la vida cotidiana, las autoras se asumen herederas de la tradición feminista en el campo de la historia de las mujeres (en cuanto ésta procura ubicarlas como sujeto histórico) a la vez que indican la transformación conceptual ligada a la introducción de la categoría de género en su acepción de (parafraseo a Scott) forma primaria de significar las relaciones de poder (Scott, 1993).
El texto de Barrancos (2005), un estado de la cuestión sobre la historiografía de mujeres y género en Argentina, incluye una mirada de largo aliento que incorpora escritos tempranos, considerados a la manera de trabajos precursores, a la vez que se organiza desde la hipótesis de que los estudios de género irrumpen en Argentina a partir de la inflexión marcada por la restauración democrática, instancia que favoreció la renovación de los estudios históricos en una doble dirección: por una parte el impacto de tradiciones teóricas tan disímiles como los estudios culturales ingleses, el post-estructuralismo, fundamentalmente a través de la figura de Foucault y el debate modernidad-posmodernidad, y por la otra la llegada de autoras feministas tanto francesas como españolas y norteamericanas, desde las francófonas Françoise Collin, Geneviève Fraisse y Luce Irigaray hasta las filósofas españolas Celia Amorós y Amelia Valcárcel y las estadounidenses Nancy Fraser y Judith Butler. También, la infaltable historiadora Joan Scott. Desde luego, esta no es sino una lista sucinta y selectiva (en razón de la recurrencia de su producción en cursos, seminarios y escritos de académicas y feministas en Argentina) de las autoras que menciona Barrancos. Ella coincide con Gil Lozano, Pita e Ini en destacar la relevancia que tuvo para el campo de la historiografía la publicación de la Historia de las mujeres en occidente y repasa con detalle la producción y los eventos científicos organizados alrededor de su núcleo de pertenencia.
En cuanto al texto de Valobra (2005), parte de una clasificación entre estudios normativos y disruptivos y a partir de esta organización se aboca a analizar diversas investigaciones realizadas en el campo de la historiografía. Desde su punto de vista, en Argentina (siempre referido al campo de la historia y a la producción rioplatense), “quienes adoptaron la perspectiva de género montaron buena parte de su estructura sobre los logros de la historia de las mujeres. Así se observa un “concubinato” institucional entre ambas perspectivas” (Valobra, 2005: 105). Tal procedimiento habría operado como obturador de debates necesarios y como productor de una serie de efectos indeseados que la autora detalla: el mujerismo, la esencialización, la distorsión de ciertas experiencias que habría que valorar en su justo alcance, a más de caer en “…vicios no ya de eclecticismo si no en contradictorias narrativas históricas que prometen aperturas para practicar malas suturas” (Valobra, 2005, p. 120).
El registro de este trabajo es más afín al de una serie de artículos aparecidos en Feminaria escritos por Marcela Nari (1994), Diana Maffía (1998), Valeria Pita (2007) a propósito de las relaciones peligrosas entre academia y políticas feministas. Las afinidades en ese caso, al menos en lo referido a los hitos marcados en las periodizaciones y al reconocimiento de genealogías son inevitables. Sin embargo, aquello de las tradiciones selectivas se pone de manifiesto en el olvido, en los escritos de estas autoras, de cualquier referencia a trabajos producidos fuera de los círculos porteños. Se asume, sin más, que la historia del feminismo en la Argentina es la del feminismo porteño, por cierto una dificultad que a menudo pasa desapercibida: tomar la parte, los feminismos en la ciudad de Buenos Aires, por el todo: los feminismos en la Argentina.
Este trabajo intenta, de una manera parcial e inevitablemente sesgada, dar cuenta de otros espacios y recorridos, de otras genealogías y avatares ubicados en la periferia, aun cuando se haga mención, desde luego, a instituciones porteñas y revistas nacionales y recurran las referencias a debates, traducciones y textos citados en un campo visiblemente internacionalizado del que formamos parte las unas y las otras.5
Cuando en tiempos de Ilustración se hablaba de la emancipación de la autoculpable minoría de edad, las mujeres no estábamos contadas. Por decirlo a la manera de Jacques Rancière, nos contábamos entre quienes no formarían parte de la ciudadanía (Rancière, 1996). No es casual que mientras Kant señalaba la Ilustración como emancipación de la autoculpable minoría de edad; Rousseau, el padre de la pedagogía moderna, destinara a las mujeres un procedimiento que, más que proponerse educar, consistía en una empecinada tentativa de domesticación. Decía Rousseau:
Justificad siempre las tareas que impongáis a las niñas, pero imponédselas continuamente… Las doncellas deben ser vigilantes y laboriosas; no basta con ello; deben estar sujetas desde muy niñas (…). Toda la vida han de ser esclavas de la más continua y severa sujeción, que es la del bien parecer. Es preciso acostumbrarlas cuanto antes (…) para que nunca les sea violenta; a resistir todos sus antojos, para someterlos a las voluntades ajenas (Rousseau, 1955, p. 255).
Efectivamente, en su furia contra las précieuses, Rousseau soñaba con mujeres que fuesen, a fuerza de ser contradichas y sojuzgadas, esclavas voluntarias.
Esta tensión inaugural entre domesticación y emancipación cruza la relación entre educación y sectores subalternos y ha persistido a lo largo del tiempo. Sin embargo, feministas y subalternes de todas las layas han considerado la educación como una vía emancipatoria.
La batalla ha sido larga, e incluye no sólo a las salonnières de fines del siglo XVIII en Francia, las bluestocking en Inglaterra o las damas de las tertulias hispanoamericanas, sino el combate por la educación popular, por el acceso al saber de los y las condenadas de la tierra, expropiadas sistemáticamente de sus saberes y excluidas de la educación formal y el derecho a la palabra durante siglos.
Si bien el ingreso de las mujeres a la educación, por cierto diferencial en razón de la clase y los efectos de la racialización, puede relatarse en el registro de ascenso gradual y ascendente, tal historia desconsidera las tensiones entre la tendencia de las instituciones, incluidas las educativas, a mantener el orden establecido y los proyectos emancipatorios.
El acceso masivo a la educación universitaria se dio para las mujeres de clase media en Argentina en los años ‘60, cuando se produjo una rápida expansión de la matrícula universitaria acorde a un momento que muchos autores/as han denominado la edad de oro del capitalismo (Hobsbawm, 1998; Palermo, 1998). Indica Palermo que en el quinquenio 1961-1965, los valores porcentuales aumentaron al 28,20% de les graduades y que las mujeres se concentraron en carreras consideradas típicamente femeninas (ciencias de la educación, letras, ramas menores de las ciencias médicas, etc.) mientras que en el período 1965 – 1985, su participación aumentó al 50%, y ese incremento se acompañó de una diversificación en las carreras (Palermo, 1998).
El ingreso masivo de las mujeres a la universidad generó, de maneras complejas y desiguales, la puesta en cuestión del androcentrismo. Sin embargo, los procesos fueron muy distintos en Estados Unidos (considerado urbe et orbis el modelo a seguir en los estudios académicos de género y mujeres) y en Argentina.
Algunos rasgos del sistema educativo argentino han operado y operan como una dificultad para percibir la discriminación y las batallas alrededor de las raciones educativas y los lugares de las mujeres en el sistema. Por una parte, como indican Maglie y Frinchaboy (1988), existe, en lo que al acceso a la educación se refiere, un imaginario igualitarista y neutralizante. Por la otra, como dice Palermo (1998), la incorporación de las mujeres en los sesentas no estuvo exenta de ambigüedad: carreras tradicionales y acceso al mundo del trabajo; autonomía económica, pero continuidad en las expectativas de desempeño profesional tradicional (jornadas de trabajo compatibles con ideales de familia heterosexual y nuclear y maternidad). A ello se suman las transformaciones en la vida familiar de la mano de un cambio central en la vida de las mujeres: la posibilidad de separar reproducción y sexualidad (Wainerman y Geldstein, 1994).
La idea que guía este apartado es la de que los feminismos, tanto en su dimensión práctico-política como en sus genealogías académicas tienen raíces múltiples, múltiples comienzos, sujetos a dispersiones producidas por la subalternización de las mujeres en tanto tales y por las líneas de fractura que entre ellas existen, separadas por la clase, la racialización, los efectos de la hetero-normatividad, las posiciones ante la corporalidad. Dispersos y discontinuos en el tiempo, están marcados por interrupciones temporales y por la ubicación, que hace que algunas/es (las feministas del norte) sean recordadas, e invocadas como modelos a imitar, mientras otras apenas son reconocidas como parte de alguna historia colectiva, expulsadas hacia los bordes, o consideradas insuficientemente feministas según el metro-patrón occidental (Ciriza, 2015).
En este complejo territorio de fronteras móviles, los estudios de género, mujeres y feministas en la academia se hallan atravesados por tensiones: las que cruzan las relaciones entre activismo y academia; las que atraviesan los procesos de institucionalización de los estudios de mujeres, género, feminismos en la academia; las que derivan de la dispersión teórica y política de los feminismos y sus relaciones con los estudios de mujeres y género. Este trabajo apunta de manera preferencial a los dos primeros asuntos, aun cuando pueda contener alguna observación respecto del tercero.
En los inicios de la segunda ola de los feminismos, la producción teórica estuvo estrechamente ligada a un doble fenómeno: por una parte, al ingreso masivo de las mujeres de clase media a la universidad; por el otro, al surgimiento de grupos feministas con diferentes orientaciones que ocupaban un lugar, por así decir, periférico en la producción de conocimiento institucionalmente sancionado.
El ingreso masivo de las mujeres a la universidad, una modificación de índole puramente cuantitativa, produjo, sin embargo, transformaciones significativas en cuanto a su posicionamiento en el campo del saber, pues se fue generando una masa crítica que fue la condición de emergencia de la interrogación por el lugar de las mujeres en la historia, la filosofía, la sociedad. La percepción beauvoiriana de lo que ella denomina su privilegio, derivaba de haber nacido en un mundo de mujeres y haber sido educada, a los fines del ejercicio de su profesión, en un mundo de hombres (Beauvoir, 1949); el interés de Dorothy Smith (1986) por su condición de habitante de dos mundos procedía de la escisión entre sus experiencias como madre de niños pequeños y las que derivaban del ejercicio de su profesión. De allí, su indagación por las formas de experimentarse en esos dos mundos que, desde las regulaciones institucionales de la academia, no debían mezclarse.
La pregunta por el sujeto “mujer” ha estado siempre atravesada por tensiones de clase; como lo señalaban con claridad las mujeres socialistas de la segunda internacional; de color y fenotipo en sociedades racistas; como no duda en señalarlo en la convención de Akron Sojourner Truth, en 1851; de orientación sexual en sociedades heterosexistas en las cuales estas determinaciones sociales, sexuales y corporales son factores relevantes en los destinos de los/las sujetos, como lo indican las reflexiones de Adrienne Rich (1996). Sólo hay que traer a la memoria el Manifiesto de la Colectiva del Río Cambahee o las múltiples reflexiones de lesbianas y personas trans.
Si la ocupación del espacio público por parte del movimiento de mujeres y la demanda por derechos puso sobre el tapete la cuestión de las significaciones políticas de la corporalidad humana, el ingreso a la academia se fue asociando a diversos grados de puesta en cuestión de la neutralidad del saber y dio lugar al surgimiento de los llamados estudios de la mujer en la tradición anglosajona, y de la teoría feminista en la tradición continental. En Nuestra América, las manifestaciones han sido desiguales: desde mujeres transgresoras, francotiradoras, hasta tempranas feministas cuyas presencias han sido objeto de búsqueda en registros muy diferentes, como el trabajo de Francesca Gargallo (2006) y el de Raúl Fornet Betancourt (2009). Lo cierto es que el conocimiento se ha ido produciendo al ritmo de las determinaciones específicas de cada formación social, de la visibilidad de las mujeres, feministas y disidentes sexuales como sujetos políticos, de la audibilidad de sus voces, de los registros disponibles: documentos, investigaciones, memorias, entrevistas, etc.
En Argentina, los avatares de las organizaciones feministas porteñas han sido consignados en el texto de Leonor Calvera (1990), que constituye, a la vez, el testimonio de su recorrido personal como integrante de la Unión Feminista Argentina (UFA), de la que también formaron parte María Luisa Bemberg, Gabriela Christeller, Sara Torres, entre otras; y también en investigaciones académicas, entre ellas, las de Andrea Andújar, Alejandra Vassallo, Karin Grammático y Débora D’Antonio (Andújar y otras, 2005; 2009).6
Menos conocidos son los avatares provincianos, las experiencias de los grupos de lectura en Córdoba (Morey, 2012); los ensayos rosarinos de cuidado de la salud sexual, de los que participara Ana María Zeno de Luque (Felitti, 2007) y la existencia, en Mendoza, del Centro de Investigaciones de la Mujer, ligado al Instituto de Acción Social y Familiar, un espacio generado desde el ecumenismo y los sacerdotes del tercer mundo en la provincia (Ciriza y Rodríguez Agüero, 2015). Como parte de esa experiencia, se publicó en 1972, a través de la editorial humanitas, un libro titulado Opresión y marginalidad de la mujer en el orden social machista (Ander Egg y otros, 1972), que incluía trabajos del propio Ander Egg y Norma Zamboni, un testimonio de Anabella Yáñez, un texto del psicólogo chileno Jorge Gissi y un escrito del filósofo mendocino Enrique Dussel.
El golpe del 76 cortó de un solo tajo las posibilidades de discusión y organización. El golpe de estado generó un reflujo impuesto por la violencia genocida de la dictadura, cuyos personeros se abocaron a la persecución de quienes pudiesen pensar distinto. Secuestros, desapariciones, cárceles, exilios e insilios se transformaron en moneda corriente. El operativo denominado Claridad, que tuvo por objetivo el control de las ideas, se instaló en escuelas, editoriales, bibliotecas, universidades. Miles de libros fueron quemados y prohibidos, entre ellos el fondo bibliográfico del Centro Editor de América Latina.
La voluntad disciplinadora hacia las mujeres y disidentes sexuales se manifestó de múltiples maneras: no sólo se trató de la aplicación de formas específicas de tortura, como los ataques a la integridad sexual y las violaciones sistemáticas en los centros de detención clandestina, sino de una tentativa de disciplinar las familias y la sexualidad bajo la égida de una moral conservadora y misógina que apelaba a la maternidad institucionalizada (Rich, 1996a) y hacía de la homosexualidad un comportamiento riesgoso (Rapisardi y Mondarelli, 2001; Insausti, 2015).7 Sobre las mujeres, señala Claudia Laudano:
Indudablemente, alrededor de la maternidad y el lugar de la madre en la sociedad se configura para los militares el núcleo de las significaciones imaginarias para las mujeres (…) se espera que sean defensoras, controladoras y educadoras de sus hijos/as tanto como colaboradoras del régimen en diferentes situaciones, cerrando el círculo del policiamiento deseado (Laudano, 1995, p. 89).
Aun así, se abrieron espacios inesperados para reflexionar. El exilio inauguró, para muchas, la experiencia feminista; para otras, como señala Eva Giberti, se inició una etapa de cultura de catacumbas, de repliegue en la reflexión y el debate teórico (Giberti, 1987). Quienes escaparon a la muerte, la desaparición forzada, la cárcel o el exilio fueron, en su mayoría, expulsadas de los espacios institucionales y de la universidad. Muchas hallaron refugio en organizaciones no - gubernamentales y en grupos de concienciación. Experiencias como la del Centro de Estudios de la Mujer (CEM) constituyen un claro indicio en este sentido. Organizado en julio de 1979 por un grupo de profesionales, el CEM fue una experiencia sumamente compleja que posibilitó la realización de una doble tarea: la formación de grupos de reflexión, y la tarea de revisión bibliográfica e intercambio teórico, que fructificaría una vez recuperada la democracia.
El primer 8 de marzo en democracia hizo visible al feminismo en Argentina. El gobierno radical, a tono con un tiempo marcado por la década internacional de la mujer y los nuevos tratados internacionales, abrió espacios en el Estado. Este fue ocupado, en el nivel nacional, por Zita Coronato Montes de Oca (1997).
Señalar en breves páginas las características del feminismo de los 80 es por demás complejo y excede los objetivos de este trabajo.8 Sin embargo, vale la pena indicar algunos rasgos: la democracia como forma dominante de legitimación del orden político dio lugar a nuevas prácticas y a formas de indagación teórica acordes con el clima social y político que entonces se vivía. Entre 1983 y 1989, bajo el gobierno de Raúl Alfonsín, se produjeron una serie de transformaciones: lugares institucionales en el estado, ingreso del nuevo derecho internacional vía suscripción de la CEDAW9 (1985) en el orden normativo, incorporación de la problemática de género en las políticas públicas, que la flamante Subsecretaría de la Mujer puso a la orden del día.
Si desde el Estado se producían transformaciones, la presencia de mujeres en el espacio público fue uno de los rasgos salientes de la recientemente recuperada democracia. En 1986, se inauguraron los Encuentros Nacionales de Mujeres y con ellos, la irrupción masiva y permanente de las mujeres de sectores populares en esa suerte de ritual anual que, desde entonces convoca a mujeres con muy diversas procedencias, desde las de sectores populares a integrantes de partidos políticos, desde feministas con larga trayectoria hasta académicas comprometidas con el movimiento de mujeres y el feminismo, desde bio-mujeres a travestis y personas trans.
Un interesante avance relativo a derechos civiles ponía en marcha un proceso de ciudadanización que por fin, al parecer, nos contemplaba en la doble dimensión de iguales en el orden político y diferentes en el ontológico (Fraisse, 2007). Sin embargo esto se produjo en un escenario paradojal en el cual los derechos, aumento de las desigualdades de clase y ausencia de garantías mediante, no tardaron en mutar en privilegios (Ciriza, 2002).
En el clima generado por la restauración democrática fue posible la introducción de los estudios de género en la academia. Ligados complejamente a los espacios de militancia y a la universidad, los estudios de mujeres, género y feministas en Argentina han estado marcados por múltiples improntas dadas por las particularidades regionales a la vez que por el carácter fragmentario y discontinuo de las tradiciones políticas e intelectuales que pueden nombrarse feministas. A la fragmentación contribuyen no sólo las diferencias teóricas y políticas que subyacen a las maneras de nombrarse sino las pertenencias disciplinares. Como ha señalado Mónica Tarducci (1997) en un texto publicado hace varios años en Zona franca, cuando las feministas argentinas fueron instalándose en las universidades ya habían caído en desuso algunas nociones: patriarcado, feminismo, antisexismo y Estudios de la Mujer. El concepto de género, que reemplazó a “mujer” en la denominación del feminismo académico es una palabra más austera, capaz de interpelar a una audiencia más amplia que los estudios de mujeres o feministas, cuya filiación política es mucho más evidente.
El esbozo de mapa que se presenta en esta oportunidad busca mostrar a grandes rasgos los programas, áreas, grupos de trabajo, revistas y cursos o post-grados que fueron organizándose en distintos lugares del país a partir de iniciativas en las que se articulan de maneras diversas el activismo feminista/de mujeres y disidentes sexuales y espacios académicos.
En el caso porteño, lo cierto es que la existencia del CEM10 posibilitó la temprana presencia de feministas con formación teórica y una fuerte voluntad de incidencia en el campo de las políticas públicas y la academia. Ana María Fernández, Gloria Bonder, Cristina Zurutuza, Irene Meler fueron, una vez en democracia. Ana María Fernández, Gloria Bonder, Cristina Zurutuza, Irene Meler fueron funcionarias, profesoras, promotoras de la inserción de los estudios de mujeres y de la incorporación de la perspectiva de género en las instituciones educativas, además de organizar cursos de post-grado a lo largo y ancho del país.11
Publicaciones pioneras, como La mujer de la ilusión (Fernández, 1993) y Estudios sobre la subjetividad femenina (Burín y otras, 1987) -un libro colectivo con aportes de Mabel Burin, Clara Coria, Emilce Dío Bleichmar, Irene Meler e introducción de Eva Giberti- fueron gestadas por personas que pertenecieron al CEM y tuvieron una amplia repercusión entre las feministas argentinas. Muchas de estas profesionales confluyeron para la organización de un Postgrado en Estudios de la Mujer, coordinado por Gloria Bonder, que dependió del Rectorado de la Universidad de Buenos Aires y se dictó durante de 1987 y 1988. Bonder se vinculó luego a FLACSO,12 Zurutuza al INADI,13 e Irene Meler anima, desde hace más de dos décadas, una formación de postgrado y un Foro en psicoanálisis y género en el contexto institucional de la Asociación de Psicólogos de Buenos Aires.
Desde las humanidades, ha sido relevante la contribución de literatas y filósofas. Una mención especial merece Feminaria, una revista emblemática publicada en Buenos Aires desde julio de 1988 hasta mayo de 2009. Su editora, Lea Fletcher, promovió también la publicación de libros académicos sobre historia de la literatura y la cultura argentinas. Ligada a Feminaria y su grupo editor estuvo Diana Maffía, que ha desarrollado una trayectoria que liga academia, activismo feminista y función pública. Entre sus libros han tenido particular impacto Capacitación Política para Mujeres, en colaboración con Clara Kuschnir (1994) y Sexualidades Migrantes (2003).
El itinerario de los estudios de mujeres y género en la universidad de Buenos Aires incluyó, en julio de 1992, la creación del Área Interdisciplinaria de Estudios de la Mujer (AIEM), donde confluyeron profesoras de las carreras de Artes, Antropología, Educación, Filosofía, Historia, Lenguas Clásicas y Letras. Formaron parte del grupo inicial Ana Amado, por la carrera de Artes; Mirta Barbieri, por Antropología; Margarita Roulet, por Filosofía; Marcela Nari y Susana Murphy, por Historia; Nora Domínguez, por Letras. En 1997, el área se transformó en el Instituto Interdisciplinario de Estudios de Género (IIEGE) del cual fue directora durante muchos años Dora Barrancos (IIEGE, 2016). El instituto publica la revista Mora, cuyo primer número salió en agosto de 1995, y cuyo Comité de Redacción estuvo integrado por Ana Amado, Graciela Batticuore, María Luisa Femenías, Nora Domínguez, Mirta Lobato, Ana Domínguez Mon, Susana Zanetti y Liliana Zucotti.
En cuanto a las filósofas, en Buenos Aires, se agruparon alrededor de Hiparquia, una revista publicada entre 1988 a 1999, animada por la Asociación Argentina de Mujeres en Filosofía (AAMEF) cuya primera directora fue Kuschnir, sucedida por María Isabel Santa Cruz. El grupo se conformó con el apoyo de la filósofa mexicana Graciela Hierro a partir de una conferencia que María Lugones dio en la Sociedad Argentina de Análisis Filosófico (SADAF). Las fundadoras fueron: Ana María Bach, María Luisa Femenías, Alicia Gianella, Clara Kuschnir, Diana Maffía, Margarita Roulet y María Isabel Santa Cruz. Algunas integrantes de la Asociación participaron en el Primer Encuentro Internacional de Filosofía Feminista, organizado por el grupo de Hierro en México. Al año siguiente, Kuschnir y Maffía organizaron en Buenos Aires el segundo en el Museo Roca (Revistas Universitarias, 2011).
En Salta, bajo el signo de la recuperación de la democracia y con los aires nuevos que se respiraban, las filósofas María Julia Palacios y Violeta Carrique promovieron la organización de la Comisión de la Mujer de la Universidad Nacional de Salta. En el balance trazado en 2014, tras 25 años de actividad, las iniciadoras de esta experiencia señalaban la importancia de haberse atrevido a presentar un proyecto “Incidencia de las valoraciones femeninas en los fundamentos de la ética y la conducta social” y haber propuesto la creación de la comisión. Ambas iniciativas “constituyeron una verdadera bisagra en las actividades académicas (…) [y] en el terreno de las prácticas sociales dentro y fuera de la Universidad” (Comisión de la Mujer, 2014, p. 6).
La contribución de las historiadoras a la consolidación del campo en el nivel nacional ha sido significativa. En 1991, se iniciaron en Luján las Jornadas de Historia de las Mujeres, que se fueron consolidando como un espacio de intercambio académico al que, desde el año 2000, se sumó el Congreso Iberoamericano de Estudios de Género. La Universidad Nacional de Luján, que organizara las primeras jornadas, en asociación con otras dos universidades nacionales (Comahue y La Pampa) publica una revista científica, La Aljaba segunda época. En estas casas se crearon, entre 1990 y 1994, diversos centros: el Área de Estudios de la Mujer (1994), el Área de Estudios Interdisciplinarios de Educación y género (1999), en Luján; el Instituto Interdisciplinario de Estudios de la Mujer en la Universidad Nacional de La Pampa (1993) y el Centro Interdisciplinario de Estudios de Género en la Universidad Nacional del Comahue (1994). La singular experiencia de La Aljaba y de los centros universitarios a ella asociados ha sido relatada por una de sus impulsoras, Cecilia Lagunas (Lagunas, 2010). Integraron el Primer Consejo Asesor de la revista Reyna Pastor, Mary Nash, Eni de Mezquita de Samara, Karen Offen, Donna Guy y Susan Socolow. Por Argentina: Eva Gibertti, Lily Sosa de Newton, Gloria Bonder; Hebe Clementi, Dora Barrancos, Cecilia Grossman, José Carlos Escudero, Elena Chiozza.
También, procedentes del campo de la historia son los esfuerzos que se materializaron, en Tucumán, en la creación del Centro de Estudios Históricos e Interdisciplinarios sobre las Mujeres (CEHIM) de la Universidad Nacional de Tucumán. El CEHIM publica desde el año 2004 la revista Temas de Mujeres, cuya directora es la historiadora feminista Beatriz Garrido.
No menor ha sido la contribución de la Maestría en Estudios de Género que se dicta, desde 1993, en la Facultad de Humanidades y Arte de la Universidad Nacional de Rosario. Desde esa fecha, convoca alumnas extranjeras y de todo el país y cuenta con un plantel docente que incluye académicas prestigiosas fuertemente vinculadas al activismo feminista, como la antropóloga Mónica Tarducci, además de personas procedentes de organizaciones no gubernamentaIes, como la abogada Susana Chiarotti, integrante del Instituto de Género, Derecho y Desarrollo (INSGENAR). La maestría surgió por iniciativa de Hilda Habichayn, creadora también del Centro de Estudios Históricos de las Mujeres y, luego, del Centro de Estudios Interdisciplinarios de las Mujeres (CEIM) y promotora de la publicación de la revista Zona Franca, cuyo primer número apareció en 1992, bajo la idea de que era necesario construir un enfoque crítico en el campo de los estudios de género y feministas. La maestría, por su carácter interdisciplinario y su compromiso para la implementación de políticas públicas con perspectiva de género, ha sido y es un espacio de confluencia de antropólogas, sociólogas, abogadas, politólogas, historiadoras.
Las/lxs cordobesas tienen una trayectoria singular: promotoras del primer Doctorado en estudios de género, en el ámbito de esa universidad coexisten grupos de diversas procedencias, desde el Centro de Investigaciones de la Facultad de Filosofía y Humanidades “María Saleme de Burnichon” (CIFFyH), creado en 1987, a partir del cual se formó el Programa Interdisciplinario de Estudios de Mujer y Género (o PIEMG) hasta el Centro de Estudios Avanzados (CEA) y la Secretaría de extensión, desde donde se promueven actividades en articulación con organizaciones y grupos feministas y de disidentes sexuales.
El PIEMG, el CEA y el Centro de Intercambio y Servicios Cono Sur Argentina (CICSA) organizaron desde 2001 a 2005 las Jornadas de Discurso Social y Construcción de Identidades: Mujer y Género. Tanto el CEA como el PIEMG cuentan con publicaciones y han sido y son espacios sumamente importantes para la promoción de intercambios entre investigadorxs y activistas. Patricia Morey, Nidia Fernández, Alejandra Martín, Cecilia Luque, Marina Tomasini y Natalia Martínez Prado dan cuenta del proceso de institucionalización del Programa en una Entrevista colectiva publicada por la revista Polémicas Feministas (2011).
Finalmente, por su extendida trayectoria y la multiplicidad de sus articulaciones con espacios de activismo social, con la academia y las implementación de políticas públicas en la provincia, vale la pena mencionar el Área Interdisciplinaria de Estudios de la Mujer y de Género de la Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de Jujuy, creada en mayo de 1995 y formada, entre otras y otros por Liliana Louys, Sofía Brailovsky, Pedro di Pietro.
Los inicios de los estudios de Mujeres, Feministas y de Género en la academia mendocina remiten a varias instituciones. Dos de ellas han presentado una trayectoria continua y de una duración mayor: el Instituto de Ciencias Humanas, Sociales y Ambientales (INCIHUSA), dependiente del CONICET y la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales (FCPyS) de la Universidad Nacional de Cuyo.
Existen, desde luego, otras experiencias, pero o bien fueron más breves, o bien más tardías y tuvieron y tienen rasgos diferentes.
El recorrido del grupo de Estudios de Género del INCIHUSA y el de la FCPyS presentan afinidades pues varias de sus integrantes han transitado por ambas instituciones. De allí que se haya optado por un trazado que conjuga los recorridos en ambas instituciones atendiendo a los itinerarios singulares a la vez que a trayectorias colectivas a lo largo de procesos marcados por densidades temporales desiguales.
En Mendoza, tras la diáspora dictatorial, muchas nos encontramos en el terreno de la revuelta feminista, en el interés por retomar, como si se hubiese tratado de un diálogo interrumpido, la conversación con las propias tradiciones teóricas y políticas. Muchos hilos de esa trama, tantas veces rota e interrumpida, han permanecido sueltos; otros, se han ido anudando con dificultad.
Hacia fines de los ‘80, tras la restauración democrática, la apertura del espacio público y la posibilidad de entablar/reanudar debates de orden teórico promovieron encuentros entre personas que fuimos articulando nuestras prácticas en favor de los derechos de las mujeres, incorporando una perspectiva crítica del androcentrismo en la academia, procurando incidir en un Estado que comenzaba a nombrar sus políticas sexuales. En la academia ingresaba Foucault y los debates post-estructuralistas, retornaban los/las marxistas, expulsados durante tanto tiempo, se abría (o retomaba) para muchas un horizonte feminista.
Un acontecimiento que precipitó en vínculos fue el Tercer Encuentro Nacional de Mujeres, realizado en Mendoza, en 1988. En la comisión organizadora confluyeron, entre otras, Angélica Escayola y Sofía D’Andrea, que venían del exilio; activistas barriales e integrantes de la Fundación Ecuménica de Cuyo, como la educadora popular Eloísa Ruiz y la pastora y teóloga feminista Alieda Verhoeven;14 antiguas militantes que permanecieron en el país, como Elsa Pizzi, que se había incorporado al Comité de América Latina y el Caribe para la Defensa de los Derechos de las Mujeres (CLADEM). Todas ellas, además, estaban relacionadas de diversos modos a la resistencia a la dictadura militar y a la defensa de los derechos humanos violados de manera sistemática por el Estado terrorista.
El Tercer Encuentro incluyó algunos talleres auto-convocados: Sexualidad: heterosexualidad y lesbianismo, Red de Investigadoras Feministas, Aborto, y Trabajadoras del derecho, que incluyó el tema violencia.15 La oportunidad permitió establecer vínculos (que continúan) con activistas que venían de otros lugares del país: Mabel Bellucci, Dora Coledesky,16 Mabel Gabarra, Mónica Tarducci, que participaron del tercer Encuentro y luego de muchos otros, de la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto y de las comisiones organizadoras de los Encuentros que vendrían.
A inicios de los 90, en la facultad de Ciencias Políticas, se organizaron una serie de cursos de actualización. Se dictó uno sobre Mujer y sociedad en 4 módulos. Fueron profesoras Gloria Bonder, Ana María Fernández, María del Carmen Feijóo, Silvina Ramos, Catalina Wainerman. Datan, de entonces, las primeras publicaciones feministas (Ciriza, 1993).
En 1995, nace en el INCIHUSA, dependiente del CONICET, una Subunidad de Estudios de Género. Si bien ese espacio académico era modesto, fue un lugar desde el cual los estudios sobre mujeres en la historia de las ideas y los temas y debates feministas en ciencias sociales, las pesquisas relativas a epistemologías feministas y metodología, adquirieron presencia institucional (Estudios de Género y Teoría Crítica, 2016). Desde allí se produjo conocimiento, se incorporaron becarias e investigadoras que están aún activas en la región, se promovió la vinculación con el organismo mujer en el Estado provincial, se estimuló la construcción de repositorios documentales y bibliográficos, se establecieron vínculos académicos a nivel nacional e internacional.
La doble pertenencia de muchas (CONICET y universidad) favoreció el dictado de cursos y seminarios así como el establecimiento de líneas de investigación sobre cuestiones como la ciudadanía de mujeres, genealogías de mujeres y feministas, indagaciones sobre tradiciones teóricas y políticas, y sobre temas como corporalidades, violencias, aborto, educación, derechos sexuales y no reproductivos, etc. El hecho de que las integrantes del grupo tuviesen distintas formaciones disciplinares (letras, filosofía, historia, comunicación social, sociología) ha favorecido un interesante debate multidisciplinario.
En 2001, a partir del dictado de un curso de postgrado en el INCIHUSA, se conformó la colectiva de mujeres Las juanas y las otras, que estuvo activa hasta 2014, de la cual formaron parte Sofía D´Andrea, Nora Llaver, alejandra ciriza, Rosana Rodríguez, Sara Gutiérrez, Sofía Da Costa Márquez, Claudia Anzorena, Carina Nuñez, Eva Rodríguez Agüero, Natalia Delgado, Patricia y María José González Prado, Valeria Fernández Hasan, Josefina Brown, Mariam Moscetta, Patricia Chaves, Elsa Abaca.17 Varias integrantes de la colectiva hicieron sus tesis doctorales en el campo de los estudios feministas en distintas universidades del país y el extranjero. Es relevante señalar que algunas de las Juanas estaban y están ligadas a los organismos de Derechos Humanos de la provincia.
Los cruces entre activismo y academia marcan las trayectorias de algunas feministas en Mendoza. No sólo para las Juanas y las otras el vínculo fue fuerte. Otras organizaciones, como Vanguardia Queer y La Grieta, nacieron a partir de debates académicos, como el que promovimos varias personas alrededor del conocido escrito de Judith Butler (2001) El género en disputa. El seminario tuvo lugar en el año 2003 en la facultad de Ciencias Políticas y Sociales. Mario Vargas, Silvia Fernández, Ivana Ilardo, Mariana Ortiz formaron parte de ese espacio. Ellas conformaron, entre 2003 y 2006 La grieta. Vanguardia, además de Mario Vargas, incorporó otres activistes, como Mariela Mercado, Belén Oller, Richard Quiroga y se mantuvo durante varios años promoviendo los derechos de disidentes sexuales (Vanguardia Queer, 2005).
El año 2004, marcó también un hito importante, pues tuvo lugar en Mendoza el XIX Encuentro Nacional de Mujeres. Año de debates y visibilidad, de confrontación con sectores sociales alineados con la conservadora cúpula de la iglesia católica, de encendidos debates entre feministas y mujeres integrantes de partidos políticos. La comisión organizadora se transformó en un ámbito de precipitación de años de debates entre feministas e integrantes de partidos políticos de izquierda. Prueba de ello son las diversas e incluso contradictorias evaluaciones que sobre él se hicieron. Antes, durante y después del XIX Encuentro, la batalla por la instalación del tema aborto no tuvo pausas, a la vez que hubo tensiones para sostener la especificidad del taller de lesbianismo y de travestis (Ciriza, 2004). Durante el Encuentro, sucedió lo que era de prever: los grupos fundamentalistas intervinieron de forma violenta procurando silenciar la discusión, mientras las integrantes de partidos políticos de izquierda tironeaban en direcciones diversas en función de sus lecturas de los conflictos de la coyuntura (Alma y Lorenzo, 2009). Por decirlo a la manera de Edward Said, ese momento condensó los desajustes y tensiones del hallarse situadas “fuera de lugar” en un sitio como Mendoza, donde la cultura de la sociedad civil y los consensos establecidos habilitan escasamente la radicalidad política y, menos aún, una posición abiertamente feminista de defensa del derecho de las mujeres a decidir sobre sus cuerpos y sus vidas.
Durante el mes de mayo del 2007, la feminista afrodescendiente Yuderkys Espinosa dictó un seminario sobre teorías lésbicas organizado por Sabrina Yáñez y alejandra ciriza. La oportunidad reunió a interesadas en el debate, algunas de las cuales se reconocían ya como lesbianas. Otras devinieron lesbianas, lesbianas políticas o bisexuales, a partir del curso, que fue el punto de partida de la organización de la colectiva feminista lesbiana UltraVioletas. Entre ellas se contaron, pues la colectiva fue disolviéndose alrededor de 2015, Aranzazú Guevara, Sabrina Yáñez, Lucía Bernaldo de Quirós, Grisel Jury, vinculadas de distintas maneras a las actividades promovidas desde el grupo de investigadoras y becarias del INCIHUSA.
En el año 2008, se produjo otro punto de encuentro entre activismo y academia. Se conmemoraba el centenario del nacimiento de Simone de Beauvoir, ocasión para el dictado de un seminario-taller de lectura y para la organización de un Simposio que convocó a teóricas feministas de procedencia nacional e internacional. Como resultado del simposio, se publicó un libro (Ciriza, 2011) que reúne las contribuciones de algunas de las que expusieron en aquella oportunidad.
En 2010, el grupo del INCIHUSA convocó nuevamente a académicas y activistas alrededor de un seminario sobre cuerpo, experiencia y política en la obra de Adrienne Rich. En la ocasión fue invitada Irene Ocampo, integrante de Red Informativa de Mujeres de Argentina (RIMA). Se acercaron a las reuniones de exposición y debate de textos tanto personas interesadas en cuestiones académicas, como Mariana Alvarado, y activistas feministas, algunas de ellas ligadas de distintos modos y posiciones a la vida académica, como Sofía da Costa, Soledad Gil, Dina Gregorat, Romina Zapata, Jessica Corpas, Cristina Fuenzalida, Natalia Naciff, María Antequera.18
En 2009, había sido creado por el rectorado de la UNCuyo, y se hallaba en actividad, el Instituto de Estudios de Género (IDEGEM) del cual nos ocuparemos más adelante.
El grupo del INCIHUSA ha continuado creciendo e incorporando becarias y tesistas, muchas de las cuales están interesadas en los estudios feministas, de diversidad sexual, de corporalidades. Lo mismo ha sucedido con la facultad, donde se han multiplicado tesis y eventos científicos, se han fortalecido vínculos internacionales y se ha promovido la construcción de redes de profesionales, como el caso de Periodistas de Argentina en Red por una Comunicación No Sexista, más conocida como la Red PAR, de la que forman parte, entre otras, Valeria F. Hasan, Sofía D’Andrea, Soledad Gil, Gabriela Maturano, Natalia Encinas y Eva Rodríguez Agüero entre otras. Algunas de ellas están vinculadas al IDEGEM, otras al grupo de trabajo del INCIHUSA.
Los avances actuales en la facultad incluyen la regularización de los estudios de género y feministas en el nivel de grado, la existencia de una oferta de post grado habitual, la conformación de un Área de Derechos Humanos y Género, la promoción de una política antidiscriminatoria que incluye modificaciones administrativas, etc.
El recorrido de los estudios de mujeres y género en la Facultad de Educación Elemental y Especial (FEEyE) ha sido un tanto más discontinuo. Entre 1991 y 1995, se dictó un seminario sobre Mujer y educación en la entonces Escuela Superior de Formación Docente (luego FEEyE). Estuvo a cargo de Alejandra Ciriza desde 1991 hasta 1993 y de María José Draghi, desde 1994 hasta 1995. Durante el dictado de esos seminarios, se llevaron a cabo más de 15 tesinas de grado sobre distintos aspectos de la relación entre mujeres y educación y a los debates relativos a la perspectiva de género en el campo. Se trataba de introducir este punto de vista en el campo educativo y de evidenciar los sesgos sexistas de un sistema que, particularmente en el caso Argentino, se ha pretendido, si no igualitario al menos neutral respecto de la diferencia de /entre los sexos. Una larga interrupción siguió a esos esfuerzos.
En 2015, la Facultad de Educación incorporó la temática de diversidad sexual a través de un curso dictado por Patricia Chantefort, “Cuestionando al Género”. En 2016, se continuó en la misma línea de lecturas, vinculadas al post-estructuralismo y la perspectiva butleriana con una nueva propuesta: “Género y educación: para pensar y debatir sobre lo que somos” (Facultad de Educación Elemental y Especial, 2015).
El recorrido en la Facultad de Filosofía y Letras (FFyL) presenta un carácter diferente: mucho más vinculado a intereses cognoscitivos, nace en 2005 el Centro Interdisciplinario de Estudios sobre la Mujer (CIEM, 2016) cuya directora es Gladys Lizabe. Las áreas de investigación principal son los estudios sobre las mujeres con enfoque interdisciplinario y la pregunta por las representaciones de mujeres en los discursos literarios sacros y profanos, sociales, histórico–jurídicos, filosóficos, pedagógicos, psicológicos, antropológicos y estéticos, entre otros. El CIEM se ha consolidado como un espacio de reflexión inter y multidisciplinario donde se apunta a generar espacios que estimulen la investigación y los debates epistemológicos en los Estudios de mujeres. En este marco, el CIEM desarrolla anual o bianualmente una reunión académica dedicada a temáticas femeninas que se combina con las Jornadas sobre la Mujer en la Edad Media. Las investigadoras cuentan con dos revistas: Cien miradas y Melibea.
Próximas a este grupo, Miriam Di Gerónimo y Susana Tarantuviez articulan la investigación en el campo de la literatura con la preocupación por el cuestionamiento del sexismo. En el caso de Di Gerónimo (2014), fue responsable de la iniciativa que culminó en la compilación de micro-relatos contra la violencia sexista bajo el título de ¡Basta! Cien mujeres contra la violencia de género. Tarantuviez (2012), en cambio, se ha dedicado durante años a la lectura de la obra de Griselda Gámbaro y al teatro de autoría femenina. Como ella misma dice, “Investigando tomé conciencia de cuestiones de género”.
El punto de partida para la puesta en marcha del Instituto de Estudios de Género (IDEGE) de la UNCuyo fue la existencia de la ordenanza N29/2004 - CS que autorizaba su creación. Sucedió bajo la gestión de la Dra. María Victoria Gómez como rectora de la Institución y de la Mg. Estela María Zalba como Secretaria Académica. Sin embargo, la iniciativa tardó en concretarse. Por resoluciones del Rectorado fueron designadas en marzo de 2009 Alejandra Ciriza como directora del Instituto, y en mayo de 2009, Nora Llaver como coordinadora, cargo en el que esta última permaneció hasta abril de 2011.19
El IDEGE tuvo, hasta diciembre de 2012, un Consejo Asesor integrado por representantes de las unidades académicas, de la sociedad civil: CLADEM, la Fundación Ecuménica, Las juanas y las otras, la Sociedad Ética Argentina Deódoro Roca y del Estado, como la legisladora Alejandra Naman, y funcionarias vinculadas al INADI y al organismo mujer del gobierno provincial. A partir de ese espacio, se generaron no sólo instancias de formación, sino intervenciones relevantes en el debate por los derechos humanos y la ciudadanía de las mujeres, entre las que conviene recordar un Amicus Curiae presentado ante la Suprema Corte para acompañar las demandas para el juzgamiento de las violaciones cometidas en las mazmorras de la dictadura como delitos de lesa humanidad, y una acción para exigir la implementación de la ley 26.150 de Educación Sexual Integral (ESI) en las escuelas y colegios de la provincia.20 En articulación con Las Juanas y las Otras, que habían realizado una acción de exigibilidad para el cumplimiento de la ley de Educación Sexual Integral, el IDEGEM demandó que se retirase del portal de la Dirección General de Escuelas un Manual de Educación Sexual de Mendoza que contenía afirmaciones discriminatorias en razón de la clase, el género y la orientación sexual, además de contenidos carentes de base científica. La articulación entre el IDEGE y las organizaciones de mujeres dio resultado positivo y el manual fue retirado.
En cuanto a la convocatoria a la comunidad académica, se llevó a cabo un amplio abanico de actividades que involucraron debates sobre aspectos disciplinares, epistemológicos y de sociología de las ciencias entre investigadoras en Biología, Química, Astronomía, Comunicación Social, Neurobiología y Filosofía en un Foro titulado Mujeres, Ciencia y Sociedad, que fue realizado en homenaje a Sara Rietti, en el año 2010, hasta actividades con artistas, como la participación en la muestra de cine itinerante Mujeres en el Foco (IDEGEM UNCuyo 2010).
La nueva reglamentación de Institutos Multidisciplinarios obligó a llevar a cabo un proceso de normalización iniciado en 2011. Luego de elevar la documentación requerida, el 25 de abril de 2013, se constituyó formalmente la Comisión Directiva, que reemplazó al antiguo Consejo, y que se conformó sólo con representantes de las cinco facultades que reunieron un número suficiente de integrantes. El trámite, iniciado en 2011, no había obtenido en 2013 respuesta de las autoridades competentes, aun cuando desde el Instituto se hubiese logrado realizar múltiples actividades de investigación, formación y transferencia en el campo de problemas ligados a los estudios de género y la promoción de los DDHH de las mujeres. El IDEGEM contaba entonces con inserción y reconocimiento social de instancias gubernamentales, de redes académicas nacionales dedicadas a los estudios de género y feministas y de redes internacionales destinadas a la promoción de los estudios de género. Algunas de sus integrantes formaron parte de Gendercit, un proyecto sobre género y ciudadanía financiado por la Unión Europea y coordinado por la Universidad sevillana Pablo Olavide, que articula acciones orientadas a la promoción y fortalecimiento de los estudios de Género en las Universidades de Florencia (Italia), Paris VIII (Francia), Lisboa (Portugal), Cuyo (Argentina), Salta (Argentina), Colef Frontera Norte (México).
Si bien el 16 de abril de 2014, el Consejo Superior aprobó por unanimidad el nuevo Instituto Multidisciplinario, su trayectoria institucional continúa cruzada por conflictos, algunos vinculados a las políticas científicas en un contexto de avance de los afanes privatizadores sobre la universidad y el conocimiento y otros a posiciones relativas a los derechos de las mujeres, como el que involucró la disputa por la incorporación de un profesor universitario, José Valerio, a la Suprema Corte de la Provincia de Mendoza. Mientras el candidato recibió el apoyo de la Facultad de Derecho y de la Asociación de Magistrados, entre otros, por su “idoneidad para el cargo, los 30 años en la justicia, el ser un profesor "reconocido" en la Universidad y su paso “en forma impecable" en la carrera judicial”; el IDEGEM se pronunció en contra del candidato debido a sus fallos misóginos y homofóbicos (Redacción Zepa, 2016; Torrez, 2016).
Marcado por el recorrido y las posiciones de muchas de sus integrantes y por su azarosa suerte institucional, el IDEGEM se halla en una situación de fortaleza académica a la vez que, por su compromiso con las organizaciones de mujeres y disidentes sexuales, su lugar en la institución puede ser nombrado, casi sin temor de equivocarse, como de precaria institucionalidad.
El recorrido realizado procura describir las tensiones inherentes a la institucionalización de los estudios de género en las universidades públicas en Argentina, las formas como se configuraron las relaciones entre activismo y academia en distintos puntos del país reseñando brevemente los recorridos. Busca, además, hacer presente el peso de la interrupción marcada por la dictadura militar y la ambivalente relación entre instituciones educativas y mujeres en un país de imaginario igualitario, donde, sin embargo, pervive la idea de que las mujeres deberíamos ser, por decirlo a la manera de Rousseau, libremente esclavas.
También, cumple con la función de proporcionar evidencia y recuperar documentación que haga posible el trazado de nuestras complejas genealogías, relaciones, alianzas, dificultades prestando atención a las diversas ubicaciones: Buenos Aires, claro, pero también Córdoba, Salta, Jujuy, Rosario, Comahue, Luján, La Pampa, Mendoza.
Nuestras trayectorias institucionales de feministas del sur conllevan, como se ha visto, fragilidades adicionales vinculadas a los avatares políticos, además de precariedades ligadas a las políticas educativas y las prioridades de financiamiento, que a menudo no nos incluyen. Las relaciones entre academia y activismo, múltiples y frecuentes, se ubican en una trama tensada por contradicciones y ambivalencias. A la vez que muchas veces desde un espacio se ha estimulado el crecimiento del otro generando un tejido de firmes solidaridades, pues a menudo los logros académicos no son suficientes para salvaguardar la institucionalidad (tan difícilmente construida en el caso mendocino) y los espacios institucionales se han apoyado en bases crecidas y sostenidas en el campo del activismo, otras el vínculo ha producido conflictos y tiranteces.
La lógica del activismo y la del saber tienen tiempos, reglas, procedimientos a menudo escasamente complementarios, genealogías no siempre comunes, aun cuando haya quienes transitan la frontera.
Y sin embargo, en esa irreductible tensión, en esas paradojales afinidades reside la fuerza nutricia de la que deriva, al menos en nuestra región, la posibilidad de persistir en el tiempo. Sin esos encuentros erizados de dificultades la academia se despolitizaría extraviando el sentido emancipatorio que los feminismos han alentado y todavía alientan.
1 De hecho, no se hace referencia en este trabajo a las experiencias en la Universidad Nacional de San Luis, donde hay, desde hace muchos años, personas involucradas con estos temas, como es del caso de Marta Fourcade, profesora de la UNSL e integrante de Ningunas Santas, un grupo de mujeres “por la perspectiva de género”, formado por estudiantes y docentes de esa universidad (Ningunas Santas; Fourcade, 2015). Durante muchos años, promovieron la temática Ana María Tello y Juana M. Loizo, reconocida por su trabajo en la asistencia a víctimas de violencia machista, labor que lleva a cabo desde 1998 (Loizo y otras, 2011). En los últimos años, trabajan también en esta línea Irma Ortiz Alarcón, Romina García Hermelo y otres jóvenes interesades en la temática. En la Universidad Nacional de San Juan, han trabajado en la cuestión Lily Manini, Silvia Prolongo, Laura Ávila, entre otras. Es reconocido el trabajo de Lucinda Collado desde la sociedad civil. En 2012, tuvieron lugar en la UNSJ las XII Jornadas de Historia de las mujeres y el VI Congreso Iberoamericano de Estudios de Género, una verdadera oportunidad para el encuentro entre académicas, por una parte, y activistas, por la otra.
2 Señala Beigel (2009) que el campo académico universitario en el Cono Sur (su investigación refiere a Chile y Argentina, entre 1950 y 1980) se ha caracterizado por tener fronteras porosas, zonas de contacto y conflicto atravesadas por la pugna entre autonomización y politización, sujetas a los vaivenes de las frecuentes intervenciones militares que han caracterizado la historia de la región, por las políticas del Estado respecto de las instituciones de educación superior, por la incidencia de las fuentes de financiamiento, por contradicciones implicadas en la relación entre internacionalización y autonomía nacional y regional de la investigación científica. La investigación de Beigel y sus colaboradores y colaboradoras, encarada desde una perspectiva que toma herramientas elaboradas por Bourdieu, hace hincapié en la relevancia de producir un conocimiento histórico, determinado y situado, una indicación que procuramos llevar a cabo en este trabajo.
3 Valeria Pita (1998) escribió en Mora un trabajo donde señala algunas dificultades para la institucionalización de los estudios de género en el campo de la historia. Desde su perspectiva, no sólo se trata de las tensiones entre discurso académico y discurso político, sino de la particular dificultad en el campo de la historia, debidas, por una parte a los lugares marginales que quienes hacen estudios de género ocupan, a la persistencia de prejuicios androcéntricos y a la incapacidad de la tradición historiográfica argentina para analizar conflictos, supuesto que los estudios de género tienen la propiedad de cargar de potencialidad conflictiva la historiografía. La autora revisa, además, los temas, marcos y dificultades de la historia de las mujeres y las incomodidades conceptuales y metodológicas que introduce la noción de género en el campo de la historiografía.
4 Es sabido que su artículo, El género como categoría útil para el análisis histórico, ha sido traducido y publicado en diversas compilaciones: Amelang y Nash (1990); Cangiano y Dubois (1993) y Lamas (1996).
5 Es el caso de la coincidencia con Dora Barrancos (2004-05) respecto de los debates que se produjeron en la academia (no sólo la porteña) con la restauración democrática: Foucault y el post-estructuralismo francés, recibido con atraso de más de una década, los marxistas ingleses, convocados para pensar la cuestión de la cultura popular. No sólo en el campo de la historia, sino de la literatura, de la historia del arte, de los estudios culturales que se abrían en las carreras de comunicación social.
6 Las feministas de la UFA promovían la lectura de textos producidos en otras latitudes, debatían, traducían, escribían. Intentaron, entre otras cosas, la organización de una editorial propia en la cual publicaron un texto de Jorge Gissi y el, por demás conocido, libro Las mujeres dicen basta, que incluye escritos de Mirta Henault, Isabel Larguía y Peggy Morton (s/f). Entre las preocupaciones teóricas estaba la cuestión del lugar de las mujeres en los procesos revolucionarios y la discusión, no menos relevante, acerca de la relación entre trabajo productivo y reproductivo (Henaut, s/f; Larguía, s/f).
7 Existe un debate relativo a la existencia (o no) de un plan sistemático de desaparición de personas en razón de su condición sexual. Según Insausti, los gay no fueron perseguidos en cuanto tales. Les desaparecides no lo habrían sido por gays, lesbianas o travestis, sino por su posición política. Para este autor, se ha producido en los últimos años una reconfiguración de la memoria que habría instituido la persecución dictatorial como la ‘gran injuria’ sometiendo a olvido otros acontecimientos relevantes para el colectivo, como la razia de 1954. Jáuregui mismo, cuyo libro es la fuente de la conjetura según la cual habría 400 homosexuales entre los /as detenides desaparecides y otros testigos de la época, como Héctor Anabitarte, confirmarían esta idea. Sin embargo, en mi entender, el trabajo desconsidera, en particular en el apartado relativo a los dos circuitos, las conexiones entre el circuito desaparecedor y el contravencional, y la sostenida homofobia de muchos de los responsables de secuestros y desapariciones, como el caso de Santuccione, en Mendoza.
8 El número 38 de la revista Brujas (2012) está enteramente dedicado a debatir y compartir un balance sobre 30 años de feminismo en Argentina. La revista incluye trabajos en perspectiva histórica: los de Mónica Tarducci, Magui Bellotti, Mabel Gabarra y Alejandra Ciriza; e intervenciones relativas a debates candentes para las feministas: la participación en espacios de mujeres en movimientos sociales y organizaciones políticas, que llevó a cabo Pilar Escalante; la cuestión de la prostitución y la trata, por Marta Fontenla; el testimonio de Margarita Peralta; la relación entre feminismo y lesbofeminismo, de la que habló Luciana Guerra, las intervenciones de Mujeres por la Solidaridad, de La Pampa; Carola Caride, Ilse Fuskova, Silvia Palumbo y Marcela D’Angelo.
9 Nota de edición: CEDAW se refiere a la Convención sobre la eliminación de todas las formas de discriminación contra la mujer. Por lo general, se utiliza su sigla en inglés.
10 Nota de edición: CEM se refiere al Centro de Estudios de la Mujer.
11 Bonder y Zurutuza instituyeron, en 1991, el PRIOM (Programa de Igualdad de Oportunidades para las Mujeres) como un programa dependiente del Ministerio de la Nación. El PRIOM tenía por objetivo trabajar en el proceso de eliminación de toda forma de discriminación contra mujeres y niñas en el campo educativo. Desde el Programa se elaboraron materiales, textos, se organizaron seminarios y discusiones, se hicieron convenios con las oficinas mujer de algunas provincias, entre ellas Mendoza, se implementaron políticas para formalizar los estudios de género en la academia. El PRIOM sobrevivió hasta 1994, momento en el cual fue desguazado tras la eliminación de la noción de género de los contenidos curriculares básicos de la educación. El triunfo de la iglesia católica, que logró imponerse, llevó a la renuncia de Bonder quien escribió un balance de la experiencia (Bonder, 1999).
12 Nota de edición: FLACSO se refiere a Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales.
13 Nota de edición: INADI se refiere a Instituto Nacional contra la Discriminación, Xenofobia y el Racismo.
14 Alieda Verhoeven (1939, Utrech, Holanda – 2013, Mendoza, Argentina) Integrante del Grupo Ecuménico de Mujeres y promotora de la publicación Las Chicas, una revista de divulgación de temas de mujeres y feministas, en la que colaboraban también Elsa Pizzi y Sofía D’Andrea, fue una figura decisiva en la promoción de los debates y encuentros entre feministas en Mendoza. A ello contribuyó su inserción en múltiples espacios: derechos humanos, como integrante del Movimiento Ecuménico por los Derechos Humanos; teología y feminismo, que compartió, entre otras con Safina Newbery; educación popular, campo desde el cual promovió encuentros (como el de Mujeres Pobladoras) y redes, como Confluencia (una Red Nacional de ONG de Educación Popular). Se puede hallar más información sobre Alieda en: Silnik (2015) y Busaniche y Fernández (2013).
15 Se puede encontrar un listado de los talleres de cada encuentro, los talleres autoconvocados y otra documentación en Alma y Lorenzo (2009).
16 Dora Coledesky (1928-2009) era una activista feminista de orígenes trotskistas. Exiliada durante la dictadura en Francia, Dora promovió incansablemente, una vez regresada a la Argentina, la lucha por el derecho al aborto. Fue una de las fundadoras de la Campaña y promotora de publicaciones, organizaciones y proyectos de ley para garantizar el derecho al aborto seguro y legal (Anzorena y Ciriza, 2009).
17 Algunas de las actividades desplegadas por la colectiva se encuentran en el blog Las juanas y las otras.
18 Jessica Corpas, María Antequera, Cristina Fuenzalida, Natalia Naciff y Victoria Pasero, junto a otras activistas, han organizado un bachillerato para mujeres adultas con perspectiva de género, cuyo nombre en quechua es Ñañakay, es decir, hermaneando entre mujeres, pues las ñañas son las hermanas. Las integrantes del bachillerato dicen de sí mismas: Bachillerata Popular Ñañakay nace a principios de 2015 como experiencia política de mujeres de barrios del Oeste de G. Cruz. Articulando Educación Popular y Feminismos (Bachillerato Popular Ñañakay en Facebook). Hermanadas al Bachillerato Popular Violeta Parra, nacemos al campo popular desde abajo y a la izquierda, tomando el camino de la autogestión, la autonomía y los feminismos comunitarios.
19 El paneo contenido en este apartado apenas es un esbozo del recorrido del IDEGEM. Se puede realizar una revisión pormenorizada de las actividades llevadas a cabo por el Instituto en el blog que ha acompañado su trayectoria desde el inicio (IDEGEM, UNCuyo).
20 Nota de edición: Puede consultarse el texto completo de la ley en el siguiente sitio: http://servicios.infoleg.gob.ar/infolegInternet/anexos/120000-124999/121222/norma.htm
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Fecha
de recibido: 22 de diciembre de 2016
Fecha
de aceptado: 10 de febrero de 2017
Fecha
de publicado: 20 de marzo de 2017
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